Seduciendo a Mr. Bridgerton de Julia Quinn
Intentó convencerse de que la belleza estaba sólo un pelín bajo la piel, pero eso no le ofrecía ninguna disculpa cuando se reprendía por no saber jamás qué decir a las personas. No había nada más deprimente que una niña fea sin personalidad. Una niña fea sin…, ah, bueno, tenía que darse algún mérito, vale, una niña fea con muy poca personalidad. En el fondo sabía quién era, y esa persona era inteligente, amable y muchas veces incluso ingeniosa, divertida, pero no sabía cómo su personalidad siempre se le quedaba perdida más o menos entre su corazón y su boca, y se sorprendía diciendo algo erróneo o, con más frecuencia, nada en absoluto. |