Diez cosas que me gustan de ti de Julia Quinn
Se volvió para mirarla. Annabel estaba asomada al palco, con los ojos llenos de emoción. Sebastian intentó recordar la última vez que había sentido esa emoción. Cuando regresó de la guerra, se instaló en Londres y todo eso (las fiestas, la ópera, los flirteos) se había convertido en una rutina. Disfrutaba mucho, obvia decirlo, pero no podría decir que hubiera algo en particular que lo emocionara de verdad. Entonces, ella se volvió. Lo miró y sonrió. «Hasta ahora». |