Cómo casarse con un marqués de Julia Quinn
Y aquello fue la gota que colmó el vaso. Elizabeth se había resistido a intentar cazar un marido; odiaba sentirse una mercenaria por sopesarlo siquiera. Pero ya estaba bien. ¿Qué clase de vida era aquélla, cuando un niño de ocho años se preocupaba por pescar, no por diversión, sino por llenar el estómago de sus hermanas?
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