El Vaticano ha anunciado esta mañana, poco después de las 10.30, la muerte de
Joseph Ratzinger. Tenía 95 años y llevaba años apagándose, como advirtió en una carta pública en 2016. Pero
Benedicto XVI, el pontífice que acometió la mayor revolución formal de la Iglesia en la era moderna, ya se había ido una vez.
Desde su etapa como cardenal y presidente de la Congregación para la Doctrina de la Fe hasta su renuncia como Papa en 2013, el legado de Joseph Aloisius Ratzinger, el papa
Benedicto XVI, ha dejado una profunda huella en la Iglesia católica. “Pasará a la historia, como
Juan Pablo II, como el papa que facilitó la secularización de la sociedad europea”, opina Juan G. Bedoya, periodista especializado en información religiosa de
EL PAÍS. Bedoya realiza un recorrido sobre los momentos claves de la vida del papa emérito, como su inesperada elección en el cónclave de 2005, su contradictoria posición ante los abusos en la Iglesia, su posición inflexible frente a otras religiones o su complicada relación con el
Papa Francisco.
Benedicto XVI renunció al papado en febrero de 2013, una decisión histórica cuyos precedentes se remontaban hasta siete siglos atrás. Se acababa así una etapa marcada por las luchas internas en el Vaticano, que vieron la luz tras la difusión masiva de documentos secretos. Cansado, sin fuerzas para luchar contra esos escándalos y acosado por los sectores más reaccionarios del Vaticano, según explica Bedoya, el Papa decidió marcharse. Su pontificado duró siete años, 10 meses y 10 días,
Desde el momento en que abandonó el papado y pasó a ser emérito,
Benedicto XVI ha vivido en el convento Master Ecclesiae, dentro de los Jardines Vaticanos, donde mantuvo un perfil bajo con pocas apariciones públicas, algunas junto al
Papa Francisco. Con él ha mantenido una compleja relación, en apariencia buena, marcada por un trato exquisito, pero tensionada por la actitud de algunos partidarios de
Benedicto XVI.
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