Tres grandes robles junto a los avellanos de José Gil Romero
Hay normas, señora Nicolaevna. Normas que son incómodas, rígidas, eso es verdad, pero en acatarlas estriba la seguridad de todos. Ni hombre ni mujer deben acceder a la ligera a ciertos saberes; jamás sin un maestro, y menos tan lejos de los grandes centros. Si esta mujer convocó aquí a un espíritu inmundo, no me extrañaría que ahora ardiera en el infierno.
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