Tierras rojas de Joe Abercrombie
Temple condujo el caballo hasta las afueras de la ciudad, dejando atrás la senda o, mejor, las dos roderas de barro apisonado que se confundían en una sola, las órdenes impartidas a ladridos y los incendios, hasta que los ruidos de los mercenarios que se marchaban a regañadientes fueron atenuándose para dar paso al sonido cantarín del agua. Entonces bajó el cuerpo de Sufeen y le dio la vuelta. —Lo siento —dijo, y arrojó la pala al río. Luego se subió a la silla. |