Tartufo,-Avaro, El.-Misantropo, El de Jean-Baptiste Poquelin
[...] Ya sé que sobre la pasión no hay poder algunos; que el amor quiere siempre vivir sin ataduras, que no se penetra nunca a la fuerza en un corazón ajeno, y que toda alma libre de aceptar un dueño. Por eso, no tendría yo motivo de queja si vuestra persona se hubiera conducido sin fingimientos, rechazando mis aspiraciones desde el primer momento; mi corazón no hubiera hecho más que culpar de ello al destino. Mas ver mi ardor alentado por un estímulo engañoso ya es traición, es una perfidia, que no podría nunca sufrir un castigo demasiado severo, y puedo permitirle todo a mi resentimiento. [...]
|