El sacrificio de Javier García Gibert
Yo, leyéndola, sentí lo mismo como su hijo: que más allá o más acá de este mundo, y por encima o por debajo de todo aquello que nos separaba como temperamentos y que nos distinguía como individuos, ella y yo éramos el fruto de un mismo soplo genesíaco, y ambos girábamos y giraríamos en una misma órbita amorosa hasta el fin de los siglos. Pero, al mismo tiempo, su desaparición me remitió a la miserable condición del arrojado a este mundo, del definitivamente parido en su camino inexorable y solitario hacia la muerte física.
|