Los guardianes del Prado de Javier Alandes
A esa edad donde las personas que te habían traído al mundo ya no estaban, y solo vivían dentro de los recuerdos. Esas personas que, con su sola presencia, te aportaban seguridad y hacían que sintieras que nada malo podría ocurrir jamás. Cuando dormías de un tirón, sin dar mil vueltas en la cama antes de sumergirte en el sueño, sin despertar en toda la noche. Esas personas que construían el castillo en el que estabas protegido, donde a la vez eran guardianes, cocodrilos en el foso y gruesos muros para que nada te alcanzara. Para mantenerte a salvo de la maldad, del hambre y del frío. Ese lugar donde, tras una derrota, podías volver y derrumbarte. Donde siempre eras recibido y cuidado. Donde recuperabas las fuerzas para la siguiente batalla.
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