El malentendido de Irčne Némirovsky
Una muchedumbre de pequeńoburgueses atestaban las aceras, por las que avanzaban sin prisa, con el rostro iluminado por una expresión de paz, de beatífica satisfacción. Bastaba verlos pasear con aquella placidez para comprender que era festivo y que todo el mundo tenía la íntima convicción de haberse ganado aquella hermosa jornada, aquel sol, incluso la fragancia de las jóvenes rosas, tras una semana de duro trabajo.
|