El malentendido de Irčne Némirovsky
Se echó a temblar pensando que, en unos minutos, tendría que mostrarse a plena luz con los ojos enrojecidos y los nacarados surcos del llanto en las empolvadas mejillas. Y no podía detenerlas; resbalaban y resbalaban, hasta desaparecer bajo el corpińo de seda, entre los diamantes del collar.
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