Cuentos de amor, de locura y de muerte de Horacio Quiroga
No sé si usted ha sufrido una impresión semejante; pero cuando ella me extendió la mano y nos miramos, sentí que por ese contacto tibio, la espléndida belleza de aquellos ojos sombríos y de aquel cuerpo mucho, se infiltraba en una caliente onda en todo mi ser.
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