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El americano de Henry James
Ah, es usted a quien debo dar las gracias por mi yerno americano -le dijo la anciana a la señora Tristam-. Una idea mouy ingeniosa por su parte.No dude de mi gratitud. Y entonces empezó a mirarme a mí, y al cabo dijo: Hágame el favor de decirme, ¿se dedica usted a manufacturas de algún tipo?. Me entraron ganas de decirle que fabricaba escobas para que las monten brujas viejas, pero Lizzie se me adelantó. Mi esposo, madame la Marquise -dijo-, pertenece a esa desdichada clase de personas que no tienen ni oficio ni beneficio, y que le hacen un flaco bien al mundo. Con tal de atizar a la vieja, poco le importaba adónde me arrojaba a mí. ¡Santo cielo! -dijo la marquesa-. Todos tenemos nuestras obligaciones. Me temo que las mías me obligan a despedirme de usted, dijo Lizzie. Y nos marchamos sin ceremonias. Pero, en fin, tiene usted una suegra, en el sentido más fuerte del término.
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