Dientes de leche de Helene Bukowski
Ahora había una ventana abierta en el piso de arriba. La cortina blanca ondeaba con la corriente. Len me había contado en una ocasión que aquí, antes, la gente siempre dejaba una ventana abierta a pesar del frío porque, según la superstición, si el viento entraba en casa, los forasteros indeseados no se acercaban.
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