Appius y Virginia de Gertrude Eileen Trevelyan
No podía ser una cosa tan real, tan vital como la muerte la que pusiese fin a una existencia sometida y erosionada por las pequeñas comodidades y costumbres de su cálida falta de entidad. ¿Cómo iba a morir alguien que nunca había estado vivo? Se deslizaría de forma perpetua hacia delante, hacia abajo, resbalando sin darse cuenta por una ladera suave y plácida; tiempo, adelante, tiempo abajo, hasta una amplia llanura interna eterna.
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