La nieve estaba sucia: 218 de Georges Simenon
El cielo está encapotado, con demasiada luz, con esa luminosidad que aún da más tristeza que los colores grises. Aquel blanco lívido y traslúcido, tiene algo de amenzador, de definitivo, de eterno; los colores se vuelven duros y malignos, el pardo o el amarillo sucio de las casas, por ejemplo, el rojo oscuro del tranvía, que parece flotar y querer subirse a la acera.
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