La bruja de Ravensworth de George Brewer
Era pequeña, delgada, estaba muy encorvada y era muy vieja. Su carne era de un tono marrón oscuro y tan enjuta y flaca que le colgaba de los brazos en diversos pliegues. Todo su rostro estaba ajado, sus ojos eran pequeños y las cuencas, rojas, como si estuvieran inflamadas de una enfermedad o de rabia. Su cabeza era alargada y estaba hundida entre los hombros. Su nariz era prominente y ganchuda, aparte de que estaba constantemente manchada de rapé. Sus labios eran pálidos y su único diente, pues no parecía tener sino uno, se sostenía proyectando su arco negro sobre la parte delantera de la amplia boca. En pocas palabras, era tan horriblemente fea que nadie se le pondría a menos de dos yardas cuando se aproximaba. Tal era el retrato de la bruja de Ravensworth.
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