Mireia. Poema provenzal de Frédéric Mistral
Delante de su cabaña del Ródano, grande como una cáscara de nuez, el anciano estaba sentado al abrigo del viento en un tronco de árbol y descortezaba mimbres. El Ródano, irritado por el viento, hacía correr, como un rebaño de vacas, sus olas alteradas hacia el mar. Pero aquí, joven, acurrucado ante la puerta, con sus manos diestras y entre los tallos de mimbres que daban sombra y abrigo, se formaba, lejos de las olas, una balsa de agua azulada que la brisa apenas rizaba. A lo largo de la orilla, los castores roían la amarga corteza de los sauces, y allá abajo, a través del cristal transparente del agua, se divisaban las nutrias oscuras que vagaban por las profundidades azules pescando peces, unos hermosos peces plateados. |