Cancionero de Francesco Petrarca
Mi corazón de penas se sustenta que de ellas mi señor es abundante, y pálido me pongo y anhelante cuando pienso en mi llaga violenta. Pero al lecho en que mi alma se atormenta la que no tuvo igual ni semejante viene -y no oso mirarla, tan radiante- y en el borde, piadosa, se me sienta. Con la mano que tanto he deseado mis ojos seca, y dame un lenitivo que nadie antes que yo había probado. "¿Qué el saber vale al ánimo cautivo del dolor? -dice-. ¡Oh llanto exagerado! ¡Cual no estoy muerta, quiero verte vivo!" |