Cancionero de Francesco Petrarca
De sus ojos tan viva luz venía hacia mí dulcemente fulgurando, y de un corazón cuerdo, suspirando, de alta elocuencia tal caudal fluía, que pienso que el recuerdo de aquel día me llega a consumir, rememorando cómo el brío me estaba allí faltando porque variaba su costumbre impía. Mi alma, de afán y pena alimentada (¡tal poder tiene una prescrita usanza!), contra el doble placer, llegó a enfermarse, que al sabor de merced tan desusada, temblando de pavor o de esperanza, estuvo entre marcharse o no marcharse. |