Cancionero de Francesco Petrarca
De aquella bien quisiera yo vengarme que mirando y hablando me destruye y, al alejarse, mi pasión rehúye, tras sus crueles ojos ocultarme. Así la fuerza empieza ya a faltarme, que por ella en mi pecho disminuye, pues sobre él ruge cual león: y huye el sueño que debía consolarme. El alma, que del cuerpo desenlaza la Muerte, va a buscar a esa altanera, a pesar de que siempre la rechaza. Y me sorprenderá sobremanera que, mientras habla, suspira y la abraza, no interrumpa su sueño, si se entera. |