Cancionero de Francesco Petrarca
Llanto amargo me llueve de la cara, de suspiros entre un viento angustioso, cuando hacia vos los ojos volver oso, única que del mundo me separa. Verdad es que la mansa risa clara a mi ardiente deseo es un reposo, pues cuanto atento en vos la vista poso, del fuego del martirio ella me ampara. Pero luego mi espíritu se hiela al ver cómo apartáis con gestos suaves mis fatales estrellas, cuando os dejo. Librada al fin con amorosas llaves, por seguiros, del pecho el alma vuela, y, pensativo, asaz de ella me alejo. |