Dublinesca de Enrique Vila Matas
Cambió de lengua para empobrecer su expresión. Y al final sus textos cada vez aparecían más depurados. Delirio lúcido de la miseria. Viviendo siempre en lo obstruido, lo precario, lo inerte, lo deforme, lo incierto, lo aterido, lo aterrador, lo inhóspito, lo desnudo, lo enfermizo, lo vacilante, lo desguarnecido, lo exiliado, lo inconsolable, lo lúdico. Beckett flaquísimo y fumando en el cuarto de Tiers-Temps, un geriátrico de París. Los bolsillos llenos de bizcochos para las palomas. Retirado, como un anciano cualquiera sin familia, a una residencia de ancianos. Pensando en el mar de Irlanda. A la espera de la oscuridad definitiva. «Mucho mejor, al final de todo, que las penas se pierdan y regrese el silencio. A fin de cuentas, es como he estado siempre. Solo.» Pág. 225. |