Dublinesca de Enrique Vila Matas
Oía el profundo rumor del mar de Irlanda y unas palabras que le decían que siempre sería mejor saberse despreciado por todos que estar en lo alto. Porque si uno se ha instalado en lo peor, en la cosa más baja y olvidada de la fortuna, siempre podrá tener aún esperanza y no vivirá con miedo. Ahora comprendía por qué había tenido que situarse a ras de suelo para lograr tener una cierta sensación de supervivencia. No importaba haber envejecido y haberse arruinado y estar en las últimas ya en todo, porque a fin de cuentas el drama le había servido para comprender por qué, dentro de tan conocida nulidad del hombre en general y de la no menos famosa nulidad de su paso por este mundo, existen en todos unos cuantos momentos privilegiados que hay que saber capturar. Y aquél había sido uno de ellos. Lo había, además, ya vivido en un sueño de emoción casi inigualable, hacía do años en un hospital. Aquel era uno de esos instantes preciosos por los que había seguramente luchado, sin saberlo, en los últimos meses. Pág. 304. |