Bienamada de Empar Moliner
Él, menos expansivo, frunce los labios y, con la palma de la mano, se echa el pelo, largo, hacia atrás, con un gesto que hace siempre y que es inútil del todo, porque enseguida vuelve a estar igual que antes. Entonces se la pasa por la barba de mendigo, muy larga. Cuando lo vi por primera vez pensé que era el Neptuno de la Fontana di Trevi (siempre que está en calzoncillos o envuelto con una toalla se lo digo). Se parece tanto a él que el pelo y la barba de la estatua –de mármol blanco– me los imagino, sin querer, como los suyos, del color del parquet.
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