Toda la verdad de mis mentiras de Elísabet Benavent
No. No conocemos a la gente. No la conocemos como creemos. Nuestros padres, por ejemplo, fueron alguien que durante años no tuvo nada que ver con nosotros. Tenían en sus propios sueños, su vida, sus ilusiones, sus manías y nosotros llegamos a convertirnos en el centro de todo y a engullir, como monstruos tragones, todo cuanto les queda por soñar. Probablemente fuimos lo mejor de sus vidas, pero aceptemos que también la gran nada que lo consumió todo a su paso.
|