Un mal nombre de Elena Ferrante
Era incapaz de entregarme a los sentimientos verdaderos. No sabía dejarme arrastrar más allá de los límites. No poseía la fuerza emotiva que había empujado a Lila a hacer lo imposible para disfrutar de se día y de esa noche. Me quedaba atrás, a la espera. En cambio ella tomaba posesión de las cosas, las quería de verdad, se apasionaba con ellas, jugaba al todo o nada, y no temía el desprecio, el escarnio, los escupitajos, las palizas.
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