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Las deudas del cuerpo de Elena Ferrante
Dios crea al hombre Ish, y le insufla en las narices el hálito de la vida. Después forma a Ishá, la mujer, con la materia masculina moldeada, materia que ya no está en bruto, sino viva, y que toma del costado de Ish, cerrándole enseguida la carne. El resultado es que Ish puede decir: Esta cosa no es, como el ejército de todo lo creado, ajeno a mí, sino que es carne de mi carne, hueso de mis huesos. Dios la ha creado de mí. Me ha fecundado con su hálito de vida y la ha extraído de mi cuerpo. Yo soy Ish y ella es Ishá. En la palabra ante todo, en la palabra que la nombra, deriva de mí que soy a imagen del espíritu divino, que llevo dentro su Verbo. Así pues, ella es un puro sufijo aplicado a mi raíz verbal, puede expresarse solo dentro de mi palabra.
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