El hombre de la arena de E.T.A. Hoffmann
Me refiero a que, en aquella edad dorada, cuando nuestra especie aún vivía en íntima consonancia con la Naturaleza, ningún terror sobrecogía a los hombres, precisamente porque en aquella felicidad, en aquella armonía de todos los seres no existía nada adverso, nada enemigo que pudiera atraer sobre nosotros algo de su mismo género. Hablo de extrañas voces fantasmales, pues ¿cómo se explica entonces que los sonidos de la Naturaleza, aun cuando podemos precisar con certeza su origen, nos parezcan lúgubres y quejumbrosos lamentos que embargan nuestro pecho de un profundo espanto?
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