El hombre de la arena de E.T.A. Hoffmann
Mis ojos no eran lo que ardía en tu pecho, sino dos gotas ardientes de la sangre de tu propio corazón. ¡Yo sino teniendo mis ojos! ¡Mírame tan sólo!
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El hombre de la arena de E.T.A. Hoffmann
Mis ojos no eran lo que ardía en tu pecho, sino dos gotas ardientes de la sangre de tu propio corazón. ¡Yo sino teniendo mis ojos! ¡Mírame tan sólo!
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