La voz dormida de Dulce Chacón
Quizá el tiempo se mida en palabras. En las palabras que se dicen. Y en las que no se dicen. Pepita lee una y otra vez los diarios de Hortensia. Una y otra vez. Un día y otro. Y un mes. Y otro mes. Pepita cuenta las páginas de los cuadernos azules y las veces que las ha leído para Tensi, mientras Tensi crece. Y cuenta los días y los meses que pasan sin noticias de Francia, idénticos unos a otros en el silencio. Sí, el tiempo es también la duración del silencio. Es necesario aprender a vivir en la espera. Es necesario aprender a respirar cuando llama el cartero a la puerta y se teme y se desea una carta de Francia. Es preciso distinguir entre el alivio y la tristeza cuando un suspiro se escapa al ver marchar al cartero. Y las manos vacías [...] |