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Ruido de fondo de Don DeLillo
Casi siete horas seguidas de llanto en toda regla. Era como si acabara de regresar de un recorrido a través de cierto lugar remoto y sagrado, perdido entre arenales o cordilleras nevadas, un lugar en el que se dicen cosas, se contemplan panoramas y se alcanzan distancias que nosotros, en nuestro quehacer cotidiano, apenas podemos contemplar con esa mezcla de reverencia y admiración que reservamos para las tareas más sublimes y las dimensiones más inaprensibles.
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