Miseria de Dolores Reyes
Nunca había tenido sangre en las manos hasta esa tarde, en la que sostuve su cuerpo desnudo, mojado, con la respiración agitada como si fuera un animal asustado y el corazón que parecía que iba a explotarle, pero vivo. Después mi hermano, la Tina y yo lo acompañamos hacia Miseria construyendo una cuna de dedos para cuidarlo hasta del aire. Lo soltamos pero quedamos manchados de ese bebé para siempre y ni bien Miseria habló, supimos su nombre y lo repetimos cerca de sus orejas, tan chiquitas como las cáscaras de una fruta recién abierta. Dicen que la magia no existe, pero en él miré a la magia de frente y después lloré. |