La cara norte del corazón de Dolores Redondo
Engrasi tenía la teoría de que las premoniciones no eran otra cosa que el instinto básico de supervivencia maleado a través de los siglos por la presunta evolución del ser humano, y sobre todo por la actual sociedad de confort. Todas esas señales que nuestra especie sabía leer en el aire, rumores, sonidos, minúsculos pero perceptibles cambios que constantemente acaecían alrededor y que podían ser interpretados por un humano aleccionado en la naturaleza: la proximidad de una tormenta, la inminencia de un parto, la presencia del agua, el acecho de un depredador, la llegada de una plaga, la cercanía de la muerte. Ella seguía creyendo en las primeras impresiones. Opinaba que, en ese momento de indefensión ante lo que venía, era cuando los receptores de percepción aún estaban lo bastante limpios como para que las impresiones reales de lo que teníamos delante llegasen hasta nosotros sin la carga de la información añadida, esa que la mayoría creía interpretar como maestros y que solo servía para engañarnos. |