Metro 2035 de Dmitry Glukhovsky
Todos nosotros nos acordamos de alguien. Trescientas sombras por cabeza. Están esperando a que te acuerdes de ellos. Te preparan sus trampas, tienden el alambre para que tropieces, te echan el anzuelo, tejen telarañas… y aguardan. A uno, el mero armazón de una bicicleta lo lleva al recuerdo de cuando enseñó a sus niños a montar en bicicleta en el patio interior de su edificio. Otro oye el silbido de una tetera y piensa que suena igual que la que sus padres tenían en la cocina cuando iba a comer con ellos los fines de semana y los ponía al corriente de su vida. Basta con el movimiento de una pestaña para que en esa fracción de segundo entre ahora y ahora los ojos vean el ayer con todos sus rostros. Al pasar los años los reconocemos cada vez menos. Y ya está bien que sea así.
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