Historias casi ciertas de Diego M. Martínez
La criatura arrancó la última membrana del techo y pude verle el rostro por un breve instante. Fue la cosa más espantosa que jamás han presenciado mis ojos, un tormento que nunca dejó de acompañarme. Su pelo largo, apetrolado y aceitoso caía por detrás de sus deformes orejas; su cabeza enorme apenas pasaba por el agujero; su sonrisa infame existía solo en la naturaleza de las cosas que son imposibles de entender para el humano, parecía tener mil dientes, todos parejos, filosos y muy blancos, mas al mismo tiempo no tenía ninguno.
|