La noche del profesor Andersen de Dag Solstad
¿Pero puedo estar perdido si no creo en Dios?, se preguntó entonces el profesor Andersen. Porque no creo en Dios, ya que me resulta imposible seguir el mandato divino. Ah, eso no me sirve, suspiró, porque ya conozco la perdición, soy capaz de hacerla desaparecer por arte de magia. Ni siquiera temo sacar la lengua a Dios, y nadie se sentiría sacudido en su interior si se lo contara. Es simplemente una idea desconocida para mí haber cometido un pecado. Puedo entender la perdición, pero no que al chasquear los dedos y dejar que un asesino se fugara, cometiera un pecado contra Dios. Eso resulta extraño, raro. Y tengo frío. He traspasado un límite y me he topado con algo que me resulta necesario denominar Dios. Es extraño y helador. No, no quiero quedarme aquí. Me lo sacudo, me doy la vuelta y sigo andando hacia casa, por así decirlo, pensó el profesor Andersen.
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