El amante de Lady Chatterley de D. H. Lawrence
Era como si se hubiesen entremezclado miles y miles de raicillas y hebras de conciencia de ella y él, formando una intrincada maraña, hasta no poder más; la planta se moría. Ahora, serenamente, sutilmente, se dedicó a desenredar esa maraña de las dos conciencias, cortando las hebras con suavidad, una a una, con paciencia, deseosa de sentirse libre. Pero los lazos de un amor así son difíciles de soltar, mas aún que los de ningún otro.
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