Charles Dickens
Existen ciertos ascensos en la vida que, independientemente de las recompensas económicas que ofrezcan, adquieren un valor y una dignidad especiales gracias al uniforme propio del cargo. Un mariscal tiene su propio uniforme, un obispo su capa pluvial, un magistrado su toga y un pertiguero su sombrero de tres picos. Despojen al obispo de la capa o al pertiguero del sombrero y ¿qué es lo que queda? Hombres, hombres sin más. La dignidad y, en ocasiones, hasta la santidad, son también cuestión de uniforme, más de lo que algunos se imaginan.
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