Todos los días son nuestros de Catalina Aguilar Mastretta
Es una realidad tan consumada que empiezo a imaginarme que inventé todo lo que nos pasó. Inventé que crecimos juntos. Inventé que lo cuidé y lo alivié cuando lo atacaban males que no sabía que tenía. Inventé que me lo dijo todo, que conozco hasta el último rincón de su anatomía, que hubo un momento en que supimos mejor que nadie quién era el otro. Lo inventé todo.
|