Todos los días son nuestros de Catalina Aguilar Mastretta
Otra vez sentir esa decepción sorda que no duele y no sorprende, pero inhabilita. No es que me tire al suelo, nada más me alenta los pasos, como si de pronto el mundo estuviera cubierto por unos metros de harina. Me hundo un poquitito con cada movimiento.
|