El desorden que dejas de Carlos Montero
Iago prefirió no contestarle, sus chanchullos raros, como decía Nerea, se los guardaba para el, menudo era para guardar secretos. Cuando quería se convertía en el tío más hermético del mundo. Desde pequeño había aprendido que eso era lo más sensato. "Cuanto menos sepan fuera, mejor", le decía su padre. Y lo llevaba tan a rajatabla que a veces de tanto esconderlo hasta se lo acababa ocultando a sí mismo. Sin duda era su mejor armadura para sobrevivir, sobre todo en días como este, cuando los remordimientos, la culpa y sobre todo la pena le asolaban.
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