La señorita de Trevélez de
Carlos Arniches
PICAVEA. (Rebuscando entre los periódicos.)
- ¿Está “El Baluarte” ?
DON MARCELINO. - Sí; aquí lo tienes. (Se lo da, cada vez más asombrado.) ¡Pero tú leyendo un periódico! ¡No salgo de mi asombro!
PICAVEA.
- Que no tengo más remedio. Quiero enterarme de una cosa.
DON MARCELINO.
- ¿Ciencias, política, literatura?
PICAVEA.
- ¡Ca, hombre! ¡Que quiero enterarme de una cosa que va a pasar en la casa de enfrente, y para ello cojo el periódico, ¿entiende usted? Le hago un agujero como la muestra (Se lo hace.) y por él, sentado estratégicamente, averiguo cuándo se asoma Solita, la doncella de los Trevélez. (Hace cuanto dice, colocándose frente a la ventana de la derecha y mirando a ella por el roto del periódico.)
DON MARCELINO.
- ¡Ah, granuja! ¡Conque Solita! ¡Buen bocadito!
PICAVEA.
- Eso no es un bocadito, don Marcelino; eso es un banquete de cincuenta cubiertos.
DON MARCELINO.
- Con brindis y todo... Pero lo que no me explico es lo del agujero que haces en el diario...
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