Cuervos Blancos Palomas Negras de Antonio Guisado
Cuando bajé la vista de nuevo me llevé un susto de muerte. En las entrañas del patio había gente. Ruido no hacían, y no es que las viera, pero tan oscuro estaba que las brasas de los cigarros aspirados se iluminaban arriba y abajo, como luces de árboles de Navidad, delatando las presencias. Si coincidían dos a la vez muy juntas, te podías imaginar el brillo en los ojos de los demonios que salen de los abismos en las películas de terror
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