Riccardino de Andrea Camilleri
No había nada que hacer. Por mucho que intentara controlarse, siempre que se topaba con la pomposidad, la arrogancia, la prepotencia, la falsa cordialidad y la retórica de un político de esa calaña que sólo pensaba en sus intereses y fingía preocuparse por los de todo el mundo, el comisario era incapaz de no recurrir a la burla, a la guasa y a la provocación.
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