El canto del grajo de Ana Isabel Fernández
Nadie huye de la postrimera despedida de un ser querido; solo los culpables o los débiles rompen la fila para desertar del dolor. Dicen que un hombre se mide por sus pensamientos, por sus caídas y superaciones; incluso por el pulso que echa a la vida. Pero nunca se recuerdan por su cobardía. Dicen que un hombre se mide por sus pasos o por sus fracasos, pero nunca por su traición.
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