La Dama Pálida de Alejandro Dumas
-Escuche- dijo la dama pálida con una solemnidad extraña-, dado que todo el mundo ha contado una historia, también yo quiero hacerlo. Doctor, no diga que la historia no es verdadera, es la mía...Ahora van a saber por qué soy tan pálida. En aquel momento un rayo de luz se deslizó por la ventana a través de las cortinas y, yendo a posarse sobre el canapé en que estaba tumbada, la envolvió en una luz azulenca que parecía convertirla en una estatua de mármol negro recostada sobre una tumba. Ninguna voz acogió la propuesta: pero el silencio profundo que reinó en el salón anunció que todos aguardaban con ansiedad. |