Los mosqueteros II: El vizconde de Bragelonne: 2 de Alejandro Dumas
Los ojos del rey eran como la inmensa profundidad del azul celeste, o del azul aún más aterrador y casi tan sublime que abre el Mediterráneo bajo la quilla de sus navíos en un hermoso día de verano, espejo gigantesco en el que el cielo se complace en reflejar, ora sus estrellas, ora sus tempestades
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