La loca de la puerta de al lado de Alda Merini
El verano en los manicomios no era excesivo, no tenía calor propio, precisamente porque nuestro ánimo no se incendiaba jamás. La pasión es tolerable, sí, pero nosotros conocemos la dimensión del silencio. Sabemos cuándo es el momento de dejar de hablar. Pocos creen en nuestras palabras, casi nadie. Pocos saben que tenemos un secreto tan irrelevante y tan grande que en griego podría llamarse alma.
|