La loca de la puerta de al lado de Alda Merini
Sufrir es un arte. Hay que aprender a sufrir. Y sobre todo hay que sufrir sin redimirse. Porque incluso la panacea de la Iglesia, que acoge tu confesión y decide que no volverás a pecar, erra. La Iglesia sabe muy bien que el pecador es su mejor cliente, que la llamará cuando esté ante la muerte para ofrendarle innumerables crímenes. Y la Iglesia lo absolverá, porque también la Iglesia tiene un miedo sacrosanto a la muerte.
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